¡Mamma Mía! ¡Soy Mamá!

©Pedís3Deseos.com – MAMMA MIA – Talleres Viajeros de Juego para Mamás y Bebés

Cada una de nosotras llega a la maternidad recorriendo un sendero único e increíble. Un sendero inventado por nosotras mismas a lo largo del cual fuimos cosechando nuestra identidad como mujeres, ese ser tan claro en nuestro interior y tan incomprensible a veces a los ojos ajenos. Freud dijo que «La gran pregunta que nunca ha sido contestada y a la cual todavía no he podido responder, a pesar de mis treinta años de investigación del alma femenina, es: ¿qué quiere una mujer?». Nótese que no dice «las mujeres», sino «una mujer». Yo, vos, ella, nosotras. Porque compartimos algunos deseos primarios pero cada una de nosotras esculpe estos deseos de un modo tan singular que termina por convertirlo en una verdadera obra de arte… del más figurativo hasta el más abstracto que se pueda imaginar. Es por eso que a veces, entre amigas, nos deleitamos recorriendo con la mirada la maestría artística de estas mujeres que tanto conocemos y que sin embargo aun no terminamos de comprender en sus modos exclusivos de inventarse a sí mismas. Eso, para desconcierto de algunos hombres, nos resulta divertido. Divertidísimo… Hablamos al mismo tiempo, unas sobre otras, atendiendo a todas las conversaciones a la vez sin perdernos ni un detalle de cada relato. Porque queremos disfrutar de nuestras diferencias que nos hacen irresistiblemente únicas. ¿Es que acaso existen dos mujeres iguales? ¡Jamás! Como verdaderas artistas, nos inspiramos unas en otras, mamando desde tiempos inmemoriales la sabiduría de lo femenino. Y mientras más hallamos el camino que nos lleva al encuentro con la esencia de lo femenino, más afines nos sentimos a nuestra propia naturaleza, a la belleza inigualable que moldea las fíbras más íntimas de nuestro ser.  Y desde éste, nuestro núcleo de plena autenticidad, podemos hallar satisfacción a todo aquello que en verdad deseamos. Y cuando en verdad deseamos, un torrente increíble de fuerza nos guía a dar una total y profunda satisfacción a ese deseo. Por ello si hemos deseado ser madres, se sabe, ya no hay cómo evitarlo. Este deseo rondará en nuestro interior y hallará la forma de expresarse en nuestra vida de la manera perfecta para nosotras. Tal vez jugábamos desde el año de edad a dar de comer en la boca y acunar a los autitos de nuestros hermanos mayores, tal vez preferíamos salir a correr tras una pelota y subir a cuanto árbol se apareciera en el camino… tal vez pudimos o no elegir y soñar en libertad desde pequeñas. Pero todas, todas, nos fuimos inventando en nuestro ser mujer tal como somos ahora y si el suave murmullo de la infancia y la adolescencia traía o no en sus aguas el sonido de las sílabas ma-má, llegado un momento de nuestras vidas este río de vida se convierte en un torrente increíble y poderoso que nos lleva a cumplir el deseo más intenso, irracional e irrefrenable que yo haya conocido: la maternidad.

¡Oh! Algunas nos sentimos listas desde siempre y otras creemos que nunca lo estaremos pero si tenemos el deseo buscamos tarde o temprano convertirnos en mamás y ¡ahora sí que llegó la hora de sorprendernos a nosotras mismas! A mi modo de ver, los bebés nacen con un espejo mágico incorporado. Un espejo a través del cual se reflejará toda, pero toda nuestra vida. En mi experiencia la maternidad me llevó a enfrentarme a mi propio ser, con todas sus bondades y desgracias, de una manera tan apabullantemente espontánea que no me quedó más remedio que comenzar a expandir mi conciencia gracias al amor. Un amor tan intenso, irracional e irrefrenable hacia mis hijos que me  llevó a una mayor aceptación de mi misma así como a la voluntad de sanación de mis dolores y los de mi familia. Este proceso lleva tiempo ya y dudo que termine algún día. Hay una transmutación constante de mi ser, tan cotidiana como los cambios en el rostro, la estatura y el número de calzado de mis hijos. Pero no por eso, porque pase todos los días, deja de ser una maravilla. ¡Aunque a veces se me olvida! Entonces estoy en casa y rezongo. Por la escasez de tiempo, la ausencia total de orden, la nostalgia de sueño, la amnesia temporal de mi profesión y trabajo, la falta de espacio personal… ni siquiera la puerta cerrada del baño, barrera natural para el más intrépido aventurero, ejerce la mínima inhibición en un deambulador de 18 meses determinado a encontrar a mamá «escondida» al otro lado. «¿Dónde tá mamá? ¡Acá tá!», se pregunta y se auto responde feliz mientras abre las canillas del bidet con maestría. Ser madre puede resultar más demandante de lo que yo sabía. Y ahí es cuando se me olvida la maravilla… hasta que los veo dormir como angelitos emanando una belleza tal que me deja sorprendida.

Por supuesto existen también los padres. Si ellos son nuestros compañeros de vida innumerables veces acuden a contener nuestro desaliento así como nosotras comprendemos el suyo. Pero las mujeres tenemos otro as en la manga: nuestra comunidad femenina. ¿Has visto a un hombre consultarle a otros acerca de cómo sanar colas paspadas por el pañal, qué hacer para criar mejor a sus hijos, cómo organizar mejor la vida de la casa o a qué edad llevarlos a la escuela? En general es una rareza. Los hombres no suelen hablar entre ellos de estos temas, aunque les interesan e importan tanto como a nosotras. El interés por los hijos no puede atribuirse a un género, sino a una condición amorosa humana. Sin embargo, los hombres suelen demostrar este interés mediante acciones prácticas y a veces a nuestro modo de ver drásticas, mientras que nosotras buscamos ante todo expresarlo a través de la palabra. Desde contarnos los nacimientos en adelante, la palabra nos libera y nuestro público suelen ser otras mujeres igualmente interesadas en trasmitirnos sus vivencias.

He aquí que cuando me olvido de la maravilla otras mujeres me tienden sus lazos de contención a través de sus palabras y su sabiduría, como ovillos que forman una gran red de colores tejidos. De este modo, entre mujeres, nos vinculamos en el gran telar de la vida. En nuestra memoria ancestral traemos el saber ser mujer entre mujeres, amando  trabajando, enseñando y criando… Por eso también ser madre entre madres nos contiene y nos libera a la vez. Y puedo entonces exclamar colmada de entusiasmo aunque el mundo parezca estar patas para arriba:

¡Mamma Mia! ¡Soy Mamá! ¡Qué inmensa alegría!

1 Comment

  1. YEah!!! gran reflexión! estoy de acuerdo con lo escribes, me da muchísima alegría leer acerca de ese torrente de amor que llega y cambia tu vida y voluntad…a mí me pasa lo mismo…cuando me di cuenta tenía ahí frente al espejo a mi hijo mostrándome todo mi ser (con lo bueno y con lo bueno de otra manera) listo para ser compartido con él y magnificado por los dos…uff!! que experiencia.

    Seguiré leyendo tu blog con regularidad, por que como bien dices, es muuuy raro poder compartir estas ideas de crianza con otros hombres, pocos hablamos de ello…la mayoría se enfoca más al acción…yo prefiero mezclar ambas, me resulta muy divertido.

    Námaste.
    😀

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