La batalla que no deberíamos librar en nombre de nuestros hijos. Y la que sí.

peleas de chicos

Hoy leí esta carta de «La Alameda» dirigida al boxeador Sergio «Maravilla» Martínez. En ella mencionan su «preocupación respecto del uso de su figura, tan querida popularmente, como cara pública de la marca textil Cara Cruz […que…] basa su producción en talleres clandestinos, utilizando trabajo esclavo e infantil»

La idea de trabajo escavo e infantil está tan alejada de mi deseo para la infancia que de algún modo yo preferiría que sea  una noticia de hace dos siglos, pero no. Es de junio de 2013.

Se lo comento a mi marido mientras pasa a mi lado. Yo estoy cortando el pasto del frente.

– Sí, también vi en el diario que Cheeky usa trabajo esclavo, me responde mientras se aleja para seguir atendiendo otra tarea doméstica.

Me quedo sola. Sigo cortando el pasto y pensando que voy a googlear lo de Cheeky.También pienso en el Maravilla Martínez y si será un referente para mucha gente.

Entonces recuerdo una anécdota que mi amiga me contó este año:

Había invitado a un amigo de su hijo de 13 años a jugar a la casa y ambos tuvieron una discusión. Ella se sintió muy apenada por su propio hijo y quiso intervenir para ayudarlo a resolver la pelea. En cuanto pudo hallar un momento a solas con su madre, el adolescente le dijo: «Dejá que yo resuelva mis peleas solo. ¿Acaso la mamá del Maravilla Martínez sube al ring por él?». Ella se quedó impactada con su respuesta, aprendiendo, siempre aprendiendo de los hijos.

¡Guau! Cuánta claridad de parte de este jovencito para pedir espacio personal, confianza en sus capacidades y libertad para sufrir y resolver sus asuntos por sí mismo. ¿Cuántas veces nos entrometemos en sus asuntos con la «buena intención» de ayudarlos cuando en realidad estamos haciendo todo lo contrario? (Entiéndanme, no hablo de acoso o «bulling», hablo de las pequeñas peleas cotidianas entre amigos). ¿Acaso no es mejor que lidien sus batallas de amistad en paz mientras nosotros – los adultos- nos esforzamos por ganar las nuestras?

De este modo todos estaríamos satisfechos. Ellos se sentirían complacidos de haber ganado nuevas experiencias y la capacidad de resolverlas por ellos mismos. Nosotros sabríamos que estamos poniendo nuestra energía donde verdaderamente hace falta.

Yo por ejemplo, no pienso comprar más en Cheeky.

Voy a empezar a averiguar la procedencia de la ropa que le compro a mis hijos para que estén bien equipados a la hora de enfrentarse a las dificultades de la vida en una sociedad donde el trabajo infantil y esclavo sea historia.

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