En la cultura actual se han comprendido como nunca antes las necesidades de los bebés y niños pequeños y paradójicamente se han subestimado a más no poder sus capacidades. Esto responde -a mi entender- a dos motivos: la sociadad capitalista e industrial que busca en la primera infancia un mundo de potenciales «consumidores» y la educación netamente enfocada en los aprendizajes intelectuales que avanza sobre la primera infancia como un fuego fuera de control, consumiendo el juego y el aprendizaje autodidacta como si de bosques nativos se tratara.
En este contexto los bebés quedan hiper-estimulados con todo tipo de objetos que en verdad no necesitan (y que muchas veces retrasan su normal desarrollo como es el caso del andador) y a su vez desprovistos del factor educativo más significativo: la confianza en las habilidades que ellos naturalmente encarnan y el tiempo necesario para desarrollarlas en forma armoniosa y natural.
Saturados de estímulos y juguetes innecesarios que no responden a sus auténticas necesidades de desarrollo sino a los intereses de marketing de sus fabricantes, consumiendo televisión y privados del aire libre, creciendo en espacios absolutamente inadecuados para sus necesidades de desarrollo, los bebés son privados del goce de la motricidad libre y son refrenados o interrumpidos cuando realizan destrezas que lejos de ser insignificantes son en verdad absolutamente necesarias para su sano desarrollo humano.
Puestos panza abajo antes de tiempo, sentados antes de tiempo, sobornados a caminar y dejar los pañales antes de tiempo, obligados a “compartir” cuando madurativamente no tienen edad para hacerlo de forma auténtica… Los bebés son lanzados a una carrera de competencias sinsentido para ver quién llega primero a decir los números, a reconocer los colores, a nombrar los animales, a identificar las letras y a cantar y danzar ante los abuelos, los tíos y los vecinos. Aturdidos e interrumpidos en su juego por indicaciones irrelevantes y el 90% de las veces innecesarias, pareciera ser que el único tiempo verbal para dirigirse a un bebé que ya se desplaza por sí mismo es el indicativo: decile, mirá, bajá, dejá, mostrale, compartí, cantá, soltá… y el clásico de los vaticinios: “¡bajá que ahí que te vas a matar!”. Por supuesto, en esta lista, se suma la exigencia social más popular del segundo año de vida: «ahora vas a dejar los pañales».
Claro que no se lo dicen así nomás, de frente. O no siempre. Se lo camuflan. Con pelelas de luces y sonidos a pila, con sobornos, con premios y lamentablemente muchas veces también con castigos verbales.
¿Es acaso necesario enseñarle a un bebé a rolar, sentarse, gatear, caminar? La pediatra e investigadora húngara Emmi Pikler descubrió que no. En absoluto. Lo que es necesario es ofrecerle al bebé un entorno físico, vincular y emocional seguro donde pueda desarrollar estas habilidades por sí mismo y derivar de ellas la más grande de las recompensas: la vivencia de la auto-satisfacción.
Cuando queremos hacer estas cosas por ellos, sentimos la satisfacción de «haberles enseñado», privándolos (sin darnos cuenta) de la maravillosa experiencia del auto-aprendizaje y la satisfacción que de ella deriva.
Mientras tanto, en la interioridad del bebé las mil maravillas de la evolución humana luchan por subsistir y expresarse. ¡Y lo logran! Los bebés salen adelante, aunque reciban mil y una veces el mensaje de que lo que hacen no es suficiente, que lo que ellos son no alcanza y que sus experiencias y emociones no son importantes por el mero hecho de que son pequeños (“no es nada”, “es una pavada”…). Pero, ¿es esto lo que deseamos para ellos?
Como educadora de primera infancia escucho a menudo: «El verano es un buen momento para enseñarle a un bebé a dejar los pañales».
«El mejor momento es cuando el bebé está listo», me gusta responder.
Al igual que con el juego y la motricidad libre, solo es necesario ofrecer un entorno adecaudo para que el aprendizaje se manifieste por sí mismo.
¿Por qué no enseñarle a un bebé a dejar los pañales?
Segun las recomendaciones de la experta en primera infancia Janet Lansbury:
- No es necesario
Los bebés tienen una única agenda: desarrollarse plenamente. Por eso, a los dos años de edad, necesitan ponerse oposicionales a los deseos del adulto como una forma sana y necesaria de afianzar su identidad. Si detectan que entre los planes de los padres está que deje los pañales, probablemente surjan luchas de poder que tranquilamente se pueden evitar si se deja que el aprendizaje se de en forma natural. Porque por más que dicen que ¡No! a todo, no pierden un segundo de su atención en conquistar las habilidades que tienen los hermanos mayores y los adultos de la casa… el mero hecho de ver que todos usan el baño los entusiasma más que suficiente para querer hacerlo también ellos, por ellos mismos, no por ni para nosotros.
Además, ¿no tenemos acaso suficiente con la catarata de obligaciones cotidianas como para sumarnos un verdadero problema extra?
- No es conveniente
Un aprendizaje forzoso, a destiempo del desarrollo natural, provoca diversos inconvenientes de difícil solución, entre los más graves para la salud se encuentra la constipación crónica oculta. Aun cuando un niño hace deposiciones a diario, puede estar constipado y que desde la clínica se manifiesta con aparentes «pérdidas de control de esfínteres», muchas deposiciones en el día (un recto constipado impide una completa evacuación), dolores de panza crónicos y otros trastornos (fuente: «It´s not an accident», de Schlosberg en coautoría con el urólogo infantil Steve Hodges).
Desde el punto de vista coginitivo y emocional también se genera un estrés innecesario que puede dificultar otros aprendizajes incluyendo la adaptación a nuevos entornos sociales como el escolar por una falta de maduración de la capacidad para «soltar o dejar ir» (en lo existencial una etapa de la vida y en lo literal las heces de su propio cuerpo que los bebés sienten como parte de sí mismos).
- No es nuestro logro, sino de ellos
No son muchas las cosas que los niños pequeños pueden conquistar por sí mismos, ¿por qué privarlos de ser ellos los protagonistas de este gran logro? No hay afimarción más empoderadora de la confianza y la autoestima para un bebé que el saber «puedo hacer esto por mí mismo», dice Lansbury. Y completa:
El control de esfínteres de da en forma natural cuando:
– brinamos una crianza respetada, que favorece el equilibrio entre vínculo y aprendizaje libre, en un encuentro de mutua cooperación, respeto y límites firmes y serenos.
– ofrecemos un entorno acorde a sus necesidades de desarrollo, con una pelela o un asiento de inodoro cuando sea necesario.

– estamos atentos a las señales corporales de los niños con deseo de ir al baño y les ofrecemos con franqueza si desean ir a la pelela, aceptando con calma un «no» por respuesta.
– damos la oporutnidad de que elijan entre el pañal convencional (que da la seguridad de lo conocido), un pañal de aprendizaje (que muestra nuestra predisposición a acompañarlos en el cambio – GoGreen te acompaña ofreciéndote el pañal UP-rendizaje) o directamente una bombachita o calzoncillo.
– Confiamos, confiamos, confiamos. Como la educadora Magda Gerber sugiere: «Aprender a controlar esfínteres es un proceso que lleva tiempo. En vez de empujar o manipular a tu niño dándole dulces como caramelos o un premio especial por algo que va a aprender por sí mismo, confiá en que lo aprenderá cuando esté listo. El respeto está basado en la confianza.»
¿Estás lista para esperar a que tu bebé esté listo?
Ayer ví un comercial sobre iPotty (podés encontrarlo en You Tube) y no podía creer lo que veía. No sólo me resultaba repulsivo el producto, el pretexto de «ahora enseñarle a dejar los pañales va a ser más fácil» me resultaba directamente lamentable. Sobretodo porque para facilitarle la vida a uno (con algo que debería compartir y disfrutar del aprendizaje con tu hij@) le permite a la criatura acceder a una tecnología a la que no debería ni tener acceso. Luego de semejante consentimiento para el uso de esa tecnología, ¿cómo hacés para decirle que ‘no’ a cosas más elementales? ¿Qué es lo que sigue? ¿Darle las llaves del auto cuando ya llegue a los pedales?
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que interesante lo que comentás Emiliano sobre el iPotty. Me hace pensar sobre la distancia en el vínculo con los hijos que puede imponer la inserción del marketing tecnológico en los primeros años de vida. De ninguna manera creo que la tecnología en sí sea algo malo en sí misma sino que depende por compelto de cómo la usamos y si realmente estamos al mando o si somos «controlados» por los intereses de generar ventas de quienes la fabrican. ¡Gracias por tomarte el tiempo de comentar! Te esperamos por aquí cuando quieras! Cariños, Fer
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Me ha encantado tu artículo! Me ha costado mucho encontrarlo! No hay información sobre NO entrenar a los niños para ir al baño. Parece mentira como una cosa tan poco natural está tan inculcada en nuestra sociedad que ni hay la opción de no hacerlo! Se tiene que difundir a los 4 vientos porque el potty training está creando problemas fisiológicos y emocionales en toda una generación.
Gracias por tu escrito! 😀
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Gracias! Son tantas las cosas que son absolutamente naturales en el desarrollo de la infancia y sin embargo no se permite que se den de forma espontánea! Son dudas ésta es una de ellas! Puede que te guste leer a Janet Lansbury. Ella es mi mentora y este artículo está basado en su enseñanza. (es en inglés). Cariños!
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