
Uf, en una época me causaba gracia este chiste, ahora me entristece un poco… bastante. Algo que creo que Quino siempre logra por su capacidad de hacernos sonreír con lo ácido y amargo de nuestra sociedad.
Sueño con chicos que AMEN ir a la escuela, o que ni vayan pero estén llenos de oportunidades, que tengan la libertad de aprender y desarrollar todo su potencial con respeto y siguiendo su pasión siempre primero.
¿Qué harta a los chicos de ir a la escuela? ¿Acaso que están obsesionados con que para aprender hay que estar no solo sentado, sino también quieto? ¿Que todo lo que se aprende debe ser «medido» en vez de experimentado? ¿Que se exige uniformidad en los aprendizajes solo por tener la misma edad, indistintamente de los intereses, capacidades y necesidades de cada niño que es único y especial?
A veces pienso que Manolito debe haber sido un niño maravilloso, que seguramente se le hubiera dado muy bien por el arte, por el deporte y sin dudas, por los negocios. Y por sobre todo, veo en él una lealtad total a los valores familiares, a su padres y a sus sueños y anhelos, pese a los métodos de castigo físico que tantas veces usaron para «enseñarle» las cosas. Puede ser que fuera bruto, pero no uno cualquiera, sino un diamante en bruto. ¿Habrá alguna vez esta maestra visto este potencial? ¿Alguna vez Manolito habrá sentido satisfacción por ser la persona que es y no humillación por lo que los adultos, la escuela y la sociedad esperan que sea y no logra ser? ¿Alguna vez, quizá solo por un instante alguien lo miró a los ojos y pudo valorarlo por su SER y no por su mero HACER? No sé, no creo… No me imagino que ese diamante en bruto haya llegado a brillar como podría haberlo hecho. Porque el potencial está, pero nos neceistan… ¡nos necesitan tanto! No para decirles quienes deben ser, ni para que cumplan nuestros sueños frustrados y que superen nuestros fracasos.
No, para eso no les hacemos falta.
Para brillar solo precisan vínculo con respeto, nutrición y libertad para jugar y aprender en paz. Ni Manolito, ni miles de cientos de niños acceden a este derecho básico indistintamente de la clase social a la que pertenecen. La sociedad les ha robado la infancia.
No, para eso no les hacemos falta.
Para brillar solo precisan vínculo con respeto, nutrición y libertad para jugar y aprender en paz. Ni Manolito, ni miles de cientos de niños acceden a este derecho básico indistintamente de la clase social a la que pertenecen. La sociedad les ha robado la infancia.
En fin… les dije que me había entristecido.
Acertadamente a mí también me entristece, no sabes cómo orientarlo a que cumpla con la repetición. Cuando converso con el mío, me dice: hoy pintamos y pintamos y decoramos. En algún lugar leí que el juego es el verdadero aprendizaje en la infancia. Esperemos que algún día nos arriesguemos a permitirles que jueguen más, a la final aún son niños. No cargarlos de horarios rígidos, ni circunstancias tan complejas como las que demandan la vida actual. Acaso no disfrutamos cuando fuimos niños de correr descalzos, hacer travesuras, respirar aire más puro o nadar en el agua helada de algún río. A veces creo que mi infancia se mezcló un poquito con mi adolescencia, que experiencia tan maravillosa sentir la vida en su forma más simple y lejos de la tecnología.
Me gustaMe gusta