El método de motricidad libre que creó Pikler puede ser aplicado desde el comienzo mismo de la vida fuera del útero porque no se trata solamente de dejar a tu bebé sobre su espalda para que pueda moverse en libertad, implica muchísimo más.
Implica un profundo vínculo y una gran conexión con la presencia, con la persona que tu bebé ya es desde el primer día de vida y cómo a través del sostén de su motricidad, de la forma en qué te vinculas con esa persona que tu bebé es, a través de su cuerpo, tu bebé puede sentir desde el primer momento de su vida una experiencia de integridad, de sostén, de vínculo que son la base esencial para que luego todo el resto del desarrollo motor, cognitivo, intelectual pueda de venir a su debido tiempo.
Te doy algunos ejemplos: cuando vas a alzar a tu bebé antes de levantarlo le avisas que lo vas a cambiar de posición:
– Ahora te voy a levantar. ¿Estás lista?
Y esperas unos segundos… tal vez al principio no notes ningún tipo de respuesta pero poco a poco, quizás mucho antes de lo que esperabas, notes que tu bebé se predispone. Podés notar por ejemplo que cambia su tono muscular, sus movimientos, su respiración. Cuando lo levantamos buscamos alzar al bebé sin que se quiebre el sostén de la columna vertebral, por eso no alzamos a los bebés sosteniendo con una mano la colita y con otra la parte superior de la espalda. Por el contrario buscamos con muchísimo cuidado deslizar un brazo desde el huequito de la nuca y por el lateral externo la espalda deslizando el abrazo hacia abajo hasta el sacro, todavía sin levantarlo ni un centímetro. Buscamos sostener la totalidad de la corporalidad de nuestro bebé antes de levantarlo. El brazo que tenemos libre complementa el movimiento como en una danza sutil.

– Creo que te va a gustar estar acá.
El film continuó realizándose por un plazo de varios años y se puede luego ver a ese mismo bebé con garn disponibilidad interna para moverse, relacionarse con otros niños, sostener la atención en su juego creativo y disfrutar de su vida. Sí, dadas las traumáticas circunstancias de haber perdido a su familia definitivamente le tiene que haber gustado mucho pasar sus tres primeros años allí.
Pero como nosotras somos las madres, no las cuidadoras, podemos ir aun más allá en el vínculo, a lo profundo de nuestra esencia, hacia ese lugar gozoso de entrega total, de amor absoluto e incondicional. Y en ese estado de presencia, le «dejamos ser quien es» y nos deslumbramos por la belleza del encuentro de su alma y la nuestra. De la misma manera cuando vas a cambiarle el pañal, cuando le vas a cortar las uñas, cuando lo amamantas. Se trata de un estado de presencia plena desde el cual poder sembrar desde ahora mismo y para toda la vida una conexión gozosa y profunda con tu hijo a través en esta primera instancia del encuentro entre tu cuerpo y el suyo.
La maternidad es una oportunidad sinigual para el autoconocimiento, la autosatisfacción y la autorealización.
¡Que goces cada instante del camino!
©Lic. María Raiti – Publicado Primero en http://www.mariaraiti.com