Nuestras respuestas a las famosas preguntas de «¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?» deben evitar la lógica racional adulta, ya que eso no responde a la lógica de la infancia. No responde ni a sus capacidades reales ni a sus verdaderas necesidades de desarrollo. Por ello, nuestros peques no pueden procesar ese tipo de respuestas y nos lleva a un círculo vicioso de repreguntar y tanto los chicos como los adultos terminan agotados y muy frustrados. Por el contrario, las metáforas (todos los niños son poetas), las comparaciones con los elementos conocidos (como la naturaleza) y la sincera validación del deseo del niño de preguntar y volver a preguntar (sin ser mirado con malos ojos por su insistencia) son estrategias adecuadas y asertivas que traen alivio, encienden la imaginación y abren el juego.
¿Por qué…? Las preguntas de los chicos sobre el coronaviurs
