Ayer vino una familia a un asesoramiento individual porque les está costando una locura dormir a su pequeñito de 17 meses. Antes de que llegaran, repasé internamente mis conocimientos acerca del dormir en la primera infancia. Luego, los dejé a un lado y abrí la puerta lo más despojada posible de mis conocimientos previos. Siempre podemos soltar un poco más para acercarnos a nuestro ser y estar al natural. Estoy convencida de que este, ya de por sí, es el mayor servicio que podemos brindar a nuestros consultantes. Y el momento de abrir la puerta es vital, ya que en general establece el tono del encuentro (en el libro Un Zorrito Salvaje comento la importancia de este momento en más detalle en el capítulo Barro y Limpio).
Lo primero que me sorprendió fue que vinieron con el peque en cuestión. Dado que era un asesoramiento para adultos, aclaré que hablaríamos con el máximo respeto de su persona ya que él estaba presente escuchando y entendiendo todo lo dicho.
Entonces, me predispuse a sorprenderme y les dije: ¡los escucho!
El papá comenzó a hablar diciendo que el problema es que la cama de la habitación del niño es demasiado pequeña para que él se pueda recostar a su lado por las noches para leerle un cuento. Por lo tanto, duerme con ellos en la cama matrimonial.
Pregunté si era viable comprar una cama más grande y si así tendríamos el asunto resuelto.
La mamá miraba al papá queriéndole decir mil cosas con sus pícaros ojos, pero no hablaba.
Veo que tenés de todo para decir, le dije a ella. Contame, me habías dicho que para vos no es un problema que aún duerma con ustedes. Y de hecho, no tiene por qué serlo (aclaré esto porque aquí se presentaron puntos de vista opuestos en la pareja y es fundamental en la buena práctica del acompañamiento en crianza que no tomemos partido y que tanto la madre y el padre sean validados en su sentir, por duro que esto sea y aún si uno de ellos está ausente).
Ella, con un amor indescriptible, empezó entonces a abrir delicadamente su corazón. Son padres relativamente grandes, que buscaron este bebé mucho tiempo. Ella piensa que es tiempo de que la pareja recupere un espacio de tranquilidad (especialmente porque el pequeño se «activa» por la noche, muerde, llora, no los deja dormir a ellos ni duerme él). Pero siente que si lo hacen dormir en su habitación lo estaría «echando» a su bebé de la cama matrimonial que han compartido hasta el día de hoy y se perdería ese tiempo de intimidad profundamente valorado por ella.
Lo que aparece aquí es una perla. Es importante verla para que ella la pueda ver: se ha establecido el escenario para que el conflicto interno pueda ser atestiguado y abre las puertas a la maduración emocional.
Ambos padres son contadores, por lo que les ofrezco un pequeño ejercicio basándome en su área de expertise. Les digo: pareciera ser que tenemos un balance con dos activos muy importantes que se suman. Uno es el cuidado del tiempo en pareja y el buen dormir. El otro es el disfrute de la intimidad con el bebé. Qué nombre le podemos poner al primer activo?
–Familia, me dijo ella.
–De acuerdo, y al segundo activo?, pregunté.
–Amor incondicional, agregó nuevamente ella.
–Si en vez de pensar que un valor es a costa del otro podemos ver a ambos aspectos como activos que se suman en la misma columna del balance, ¿cuál sería el estado de resultados de esta ecuación?
–¡Felicidad plena!, exclamó el padre.
Ella se mostró sonriente y agradecida con ese comentario. Me dijo entonces que le gustaría que el pasaje de la cama fuera de mutuo acuerdo, como cuando el peque dejó la teta.
–¿Cómo fue que dejó la teta?, le pregunté.
–Fue de mutuo acuerdo, yo ya quería dejar y él me mordía, me pateaba, no estaba tranquilo…
–Ah, igual que como está sucediendo ahora con el dormir. ¿Podría ser entonces que él también esté pidiendo dormir en su propio espacio? ¿Podría ser que sea de mutuo acuerdo?
–No lo había pensado de esa manera, pero sí. Igual.
De allí en adelante todo fluyó con una simpleza increíble. Ellos mismos se dieron cuenta de lo que querían hacer, de lo que tenían que hacer y de lo que el momento presente les estaba pidiendo que hagan. Y yo, contentísima, recién en ese momento les di con toda generosidad mi info experta de lo que un bebé necesita para dormir bien. La lista esa, que todos sabemos:
- los chicos necesitan rutinas coherentes de cierre del día
- a dormir se aprende, mientras mejor acompañemos el aprendizaje, más recursos tendrá el peque para dormir
- los momentos de intimidad no tienen por qué perderse, pero pueden reformularse
- las pantallas inhiben el buen dormir y no es en absoluto conveniente que se use como un recurso para «entretener al chico» mientras se cierran los pendientes del día (es pan para hoy, hambre para mañana o mejor dicho «calma para media hora, un caos hasta la madrugada»).
Este es el tipo de acompañamiento que aprenden a facilitar las estudiantes avanzadas de la Formación de Guardianas del Juego Libre que se especializan en Coaching de juego libre para adultos y en Facilitadora de juego libre para la ciranza.
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