Los «caositos»: una nueva célula capaz de hacer evolucionar la emoción

6 minutos 51 segundos

Cuando nos cuesta poner límites, suele suceder que nosotros mismos tenemos cierto caos emocional en esa área. Por eso, usamos palabras para describir la situación que son una confesión de nuestro propio estado de desequilibrio.

Me supera, me saca, me incendia, me quema, me impacta, me aplasta, me calienta, me prende fuego, me inunda, me desbarranca, me arrasa, etc… En todos estos casos, hay una situación que nos agita y magnifica nuestra emoción. Nos lleva a conocer nuestros propios límites.

En general la pasamos bastante mal cuando esto sucede, muy especialmente si nos desbordamos con nuestros amados peques, que dependen de nuestra estabilidad emocional para crecer sanos. Se siente realmente horrible desbordarnos así y este sentimiento –en general asociado a la culpa–puede aumentar aún más la confusión.

Es un caos.

Ahora bien, es normal y esperable que los niños experimenten desbordes emocionales de vez en cuando. Aprender a regular la propia emoción conlleva un dedicada labor de orfebrería que puede llevarnos toda una vida de autoconocimiento. Cuando criamos, este proceso de refinamiento suele intensificarse en los adultos.

Sucede que, en ciertas situaciones, los «caositos» de nuestros peques pueden despertar el «gran caos» en nosotros, haciendo que las aguas de la emoción rebalsen nuestro propio cuenco. Ahí es cuando nos damos cuenta que tenemos un problema.

Entonces contratamos un curso de crianza positiva, o algo similar, queriendo tener herramientas para controlar el enojo y poner buenos límites. Un curso que nos diga: «cuando el chico hace esto, vos tenés que hacer aquello». Como un protocolo. Pero es extenuante. Lo escuchás y te parece que es fácil, que a todo el mundo le sale, excepto a vos. Así es que tratás de injertar esta «técnica» de crianza que un experto te transmitió y no solo no te ayuda ni un poco, sino que amplifica tu sensación de que estás naufragando. Te convence más aún de que hay algo en vos que está «roto» y que debe ser reparado. No te permite contactar con lo que en realidad te está pasando. En vez de guiar tu atención hacia la conexión con lo que de verdad te sucede, orienta tus esfuerzos a la idea de que si solo practicás un poco más la técnica, ya te va a salir «poner límites con respeto», como si hubiera soluciones universales. Esto es extenuante y refuerza aún más la desconexión.

Creo que el primer paso para salir de este círculo vicioso es poder vernos. Sentirnos en las áreas donde se revelan nuestros propios límites. Poder decir con humildad y amor: «ok, tengo este caos, me pasa esto con esta situación, este es mi límite, hasta acá llego». Al mirar a nuestro propio caos, que a veces lo percibimos como gigante, descubrimos que muchas veces también es un «caosito», es un área nuestra inmadura, que por las circunstancias de la vida quedó difusa, ruidosa, desafinada, agitada o censurada.

Es como si todos tuviéramos un cuenco que alberga las aguas de nuestra emoción. Y a la vez, durante los años de la crianza, nuestro cuenco adulto también alberga el cuenquito de nuestros peques. Cuando ellos se agitan y traspasan los bordes de la calma, se encuentran con nuestras aguas y nuestros bordes, que los contienen. Pero si ellos se agitan y nosotros nos agitamos en igual o mayor medida, entonces el desborde es total.

De hecho, decimos «caosito» para hablar del desborde de los peques, como si fuera algo diminuto, pero para ellas y ellos es un montón. Es realmente grande lo que se siente y siempre está asociado a algún tipo de necesidad más que legítima. Por ejemplo, que no le dejen llevarse una jarra de cristal de lo de la abuela (necesidad de «conservar» un objeto que simbolice lo valioso de la experiencia; dificultad de soltar/transicionar). O que un niño desconocido quiera usar su balde y palita en la plaza (necesidad de apego seguro a personas y objetos). O que desobedezcan a lo que se les pide (necesidad de reafirmar una voluntad propia). Los ejemplos podrían ser infinitos ya que cada peque es diferente, pero en la gran mayoría de los casos también hay algún factor base de orden fisiológico que genera estrés (falta de hidratación adecuada, sueño, hambre, aturdimiento sensorial). Se siente inmenso para ellas y ellos, tan gigante como se siente para nosotros nuestro «Capitán Caos, jefe de todos los mares caóticos». Pero en realidad, cuando los adultos nos desbordamos, es muy posible que tengamos una gran cantidad de «caositos» activados en simultáneo, que parecen armar un único gran monstruo de legos. Al lograr reconocer las diversas piezas que lo componen y diferenciarlas con mayor definición, tenemos muchas más chances de poder entrar en diálogo con aquellas áreas nuestras que estaban perdidas de la luz de nuestra conciencia. Esto es lo hermoso.

Cuando nuestros caocitos internos se empiezan a activar, podemos simplemente reconocer lo que nos está pasando y actuar poniéndonos un límite con respeto a nosotros mismos. Podemos detener la escalada antes de que se encastren todas las fichas. Para evitar el daño, para preservar la conexión. Es tan esperanzador. Porque nos va liberando, capa tras capa, de obrar desde la violencia de la injusticia, desde la arbitrariedad de los castigos o las «consecuencias» sin sentido.

Desde esta perspectiva, los «caositos» llegan a convertirse en perlas, o cristales, que pueden ser enhebrados mediante un cauce interno, dándoles lugar, reconociendo su valor, agradeciendo la información que nos aportan, para seguir conociéndonos y sanando, amando y habilitando nuestro estado de pureza. De esta manera, el caos estará al servicio de nuestra evolución. E incluso, cuando aparezca, sabremos que estamos en el umbral de una libertad ampliada. El caos se vuelve semilla de nuevos horizontes, ampliando nuestro estado de presencia, acercándonos cada vez un paso más al verdadero amor.

Causa, caos, cauce son tres términos que están muy cerquita de la palabra casa. Vamos a darle cuace al caos. Vamos a volver al hogar.

©Este artículo nació de una conversación que tuvimos Carolina Cáceres y María Raiti, planificando el taller gratuito y vivencial online: Sí, sí, pero no. Límites con respeto para audltos.


Dentro del contexto del lanzamiento de la nueva edición de la Formación de Guardianas del Juego Libre realizamos una serie de actividades libres y gratuitas. Aquí están los datos para que puedas participar del taller Sí, sí, pero no. Límites con respeto para adultos. (obviamente no te vamos a dar una conferencia de «expertas»!! No vamos a darte «tips». Vamos a buscar favorecer que experimentes tu propio campo lúdico para que puedas encontrarte con tus mejores respuestas de adentro hacia afuera). También te presentaremos brevemente cómo es el campus de la Formación por dentro, por qué el tema de los límites es central en los contenidos de las clases y para quienes asistan obtendrán acceso gratuito a una de estas clases del campus.

Fecha 30/07/22
Horario: 11 a 13hs (hora de Argentina)
Gratis con inscripción previa obligatoria aquí

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